En el año 1964, Brasil estuvo en medio del huracán de la Guerra Fría. Por aquel entonces el presidente Joao Goulart propuso una serie de medidas para contener el grave problema de la desigualdad social y de las políticas de izquierda que todavía lo presionaban. Se formó un movimiento de la derecha política que preconizaba una modernización conservadora y que, junto con el Congreso, juzgó las medidas del presidente como comunistas, por lo que éste sufrió un golpe militar el 31 de marzo. El poder se quedó en las manos de los militares.
Culturalmente, el país hervía. Hasta 1967 intelectuales y movimientos de la izquierda sufrían poca interferencia de la censura, de modo qué actuaban libremente. Pero a partir del año 1968 hubo una radicalización de los antagonismos. En el campo de la música hubo confrontamientos entre los artistas nacionalistas de la izquierda y los vanguardistas del Tropicalismo, que se manifestaban contra el autoritarismo y la desigualdad social. Crearon una propuesta de internacionalización de la cultura y una nueva forma de expresión, distinta del discurso político. Para los tropicalistas, entender la cultura de las mayorías parecía tan importante como entender las revolucionarias.
El Tropicalismo fue, por lo tanto, un movimiento de ruptura que modificó el ambiente de la música popular y de la cultura brasileña entre 1967 y 1968. La música brasileña pos-Bossa Nova y la definición de la “calidad musical” en el país estaban dominadas por el tradicionalismo y nacionalismo involucrados con los movimientos de la izquierda política. En contra de esta situación, los baianos tropicalistas (Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa, Tom Zé, la banda Los Mutantes, entre otros) y sus colaboradores, intentaban universalizar el lenguaje de la Música Popular Brasileña (MPB), al añadir elementos de la cultura joven mundial, como el rock, la psicodelia y la guitarra eléctrica. Al mismo tiempo lograron sincronizar la electricidad junto a la vanguardia erudita a través de innovadores arreglos musicales de maestros tales como Rogério Duprat, Júlio Medaglia y Damiano Cozzela. Al mezclar lo popular, el pop y el experimentalismo estético, las ideas tropicalistas dieron impulso a la modernización no solamente en la música sino hasta en la cultura nacional, haciendo historia.
Mientras seguía la mejor de las tradiciones dejadas por los grandes compositores de la Bossa Nova y a su vez incorporaba nuevas informaciones y referencias de su tiempo, el Tropicalismo renovó radicalmente la letra de las canciones. Letristas y poetas, Torquato Neto y Capinan compusieron junto con Gilberto Gil y Caetano Veloso trabajos cuya complejidad y calidad hicieron marco en diferentes generaciones.
Los diálogos con obras literarias como las de Oswald de Andrade o de los poetas concretistas elevaron algunas de las composiciones tropicalistas al estatus de poesía. Sus canciones componían un retrato crítico y complejo del país: una conjunción entre el Brasil arcaico, con sus tradiciones, y el Brasil moderno, con su cultura de las mayorías, y hasta un Brasil futurista, con astronautas y platillos voladores. Ellas sofisticaron el repertorio de la música popular brasileña, instaurando en los discos comerciales procedimientos y cuestiones hasta ese entonces asociados solamente al campo de las vanguardias conceptuales.
Sincrético e innovador, abierto e incorporado, el Tropicalismo mezcló rock, bossa nova, samba, rumba, bolero y baião. Su actuación rompió las rígidas barreras que permanecían en el país: pop por folclore, alta cultura por cultura de las mayorías, tradición por vanguardia. Esa ruptura estratégica hizo más profundó el contacto con las formas populares al mismo tiempo que asumió actitudes experimentales para la época.
La televisión fue fundamental para la actuación del grupo, en especial por los festivales de música populares de la época. La eclosión del movimiento sucedió junto con las ruidosas presentaciones en arreglos eléctricos de la marcha “Alegria, alegría” del compositor Caetano Veloso y de la cantiga de capoeira “Domingo no parque” del compositor Gilberto Gil en el III Festival de MPB de la emisora TV Record, en 1967.
Irreverente, la Tropicália modificó los criterios de gusto vigentes, no solamente acerca de la música y la política sino hasta del comportamiento, la moral, el cuerpo, el sexo, el vestuario. La contracultura hippie fue asimilada, con la adecuación a la moda del cabello largo y rizado y las ropas escandalosamente coloridas.
El movimiento, libertario por excelencia, duró poco más de un año y terminó reprimido por el gobierno militar. Su fin comenzó con el encarcelamiento de Gil y Caetano, en diciembre del año 1968. La cultura del país, sin embargo, ya estaba marcada para siempre por el descubrimiento de la modernidad.
De esta manera el tropicalismo tuvo la intención de revelar las contradicciones propias de la realidad brasileña al enseñar lo moderno y lo arcaico, lo nacional y lo extranjero, lo urbano y lo rural, el progreso y el atraso. E suma, el movimiento, de hecho, no produjo la suma de estos elementos, sin embargo, intentó traducir la complejidad fragmentaria de nuestra cultura.
2 comentarios:
Creo que mi gusto por esta música comenzó en mi infancia, con mi madre, a la que le encantaba escuchar estas melodías. Ahora que sé algo más de ellas, gracias a ti Dani, me siento más identificado... Y más porque pienso en mi "leãozinho", que justo ahora debe tener la edad que yo tenía cuando escuché la música de Caetano Veloso por primera vez. ¡Qué alegría!
He leido tu ensayo socio-cultural sobre la música con mucho interés. Éste me recuerdo a unas vacaciones en 2003 en Rio de Janeiro que para mí es una ciudad que vive de la música brasileña. ¡Las vacaciones fueron maravillosas!
De entonces compré un CD de Gilberto Gil y ahora sé más sobre su destino como un cantante en tiempos póliticos. Esta historia es narrada demsiado poco en Europa que sólo repite su historia de Rock’n’Roll como el revolte de los jóvenes contra los padres conservadores. Allá en la Brasilia espera otra historia de la resistencia ...
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