jueves, 4 de diciembre de 2008

Después del martes negro…

Hace solamente unas semanas que estábamos esperando a la decisión de la cámara baja en los EEUU. En pocos días, se cayeron la bolsa americana y algunas otras en el mundo a un nivel jamás visto en más de una década.

Recapitulamos que las primeras señales de la caída del crédito aparecieron hace un año debido a la mala administración de las hipotecas. A medida que otros países se perjudicaron, los bancos dejaron de hacerse préstamos entre ellos, bloqueando completamente el circuito económico, lo cual afecta más que todo a las empresas pequeñas y medianas, un agente muy importante para la creación de empleo.

¿Cómo pudo ser que unos activos “tóxicos” procedentes de los EE.UU. se transmitieron a casi todas las economías mundiales? Al igual que una enfermedad que se propaga por falta de precauciones, estamos todos contaminados a tal punto que algunas bolsas europeas tuvieron que cerrar para no caer más.

Para darse cuenta del tamaño de la crisis basta con observar como un país tan prospero como Islandia en los últimos años, se puso en bancarrota dentro de dos semanas. Ahora está pidiendo ayuda del Fondo Monetario Internacional como si fuera un país emergente. ¡Que vergüenza!

De cualquier lado que uno observa la situación, del punto de vista de las causas o de las consecuencias, la falta de reflexión, de anticipación y de responsabilidad es algo espantoso. ¿Cuantos comportamientos de especulación sin reglas tendremos que soportar hasta que nuestros gobiernos despierten? ¿Cuántos más planes de salvación inadecuados tendremos que financiar? Durante ese proceso, ¿despedimos a algunos de los irresponsables? ¡Claro que no! ¿Y dónde se quedaron las propuestas para ayudar a los jubilados que perdieron años de ahorros en tan sólo dos semanas e a los que perdieron sus hogares?

¿Se recuerdan todas las restricciones que impusimos a los países en desarrollo para otorgarles préstamos? Condiciones a veces imposibles de cumplir para ellos. Ahora veremos en el futuro como nos afectan tales restricciones.

Hay muchas lecciones que aprender de esa serie de hechos, pero a lo mejor las aprenden los países que no iniciaron los problemas. Donde estaríamos hoy, si Europa no hubiera decidido sostener los circuitos económicos que realmente importan para ganar la confianza del inversor privado. Sin embargo, al otro lado del río, el gran culpable sigue pensando que los fundamentos de su filosofía de consumo desenfrenado son los mejores del mundo. Mientras tanto una octogenaria se suicida porque la echaron de su hogar de 38 años, otro mato a su familia antes de suicidarse porque perdió todo lo que le quedó después de seis meses de desempleo.

Cosas terribles pero que son anecdóticas en comparación de todas las economías frágiles del tercer mundo que una vez más se verán retrasadas pese a cualquier cosa benéfica que hayan hecho para salir adelante.

Lamentablemente no nos importa en ese momento, nuestro único objetivo es escapar de esa espiral maléfica, y esperar que la codicia no nos pierda de otra manera, una vez que se aquiete el derrumbe.

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